Ayudenle a Juan (2001)
Ayúdenle a Juan. Jesús Humberto González de León.
Por el camino a casa Juan se sentía confundido y desconcertado respecto a su futuro, el sentimiento era una mezcla de rabia, angustia, incertidumbre. Sentía que se le había caído el mundo encima, era como si hubiera perdido un ser querido, con el que había convivido tanto tiempo. Llego casi llorando a su pequeña casa, que aunque modesta era acogedora. Ahí lo recibió su esposa. -Que te pasa? -Ella lo noto de inmediato, aunque Juan no le quería dar la noticia, porque no se atrevía. Después, con el transcurso de los días llego la desesperación, esa mala compañera, como una visita no deseada que se sabe que vendrá. Se sentía inútil, con la autoestima por los suelos, el suicidio paso por su mente. Juan tenia demasiado tiempo de ocio y se refugio en el alcohol, bajo sus efectos llego al extremo de robar para darle de comer a sus tres hijos. Juan, que era un excelente trabajador, fue despedido, por la recesión en la industria automotriz. Esta historia pudo haber ocurrido hace poco en algún lugar de Saltillo en donde tenemos 25,000 desempleados en lo que va del año y se espera que la cifra pudiera llegar hasta 30, 000 a fin de año. La realidad es que el desempleo, como la pobreza, no son cuestión de cifras, se trata de seres humanos con rostros y problemas reales. Las medidas que se han tomado por el gobierno del estado y municipal, si es que hay, resultan desconocidas. Los micro-créditos que promueve el gobierno federal todavía no se han podido aterrizar hacia la sociedad y los pocos que hay son a tasas poco atractivas, por cantidades que no alcanzan para arrancar un negocio y tampoco para sostener sus gastos de operación. Así que Juan difícilmente podría iniciar un negocio, porque no tiene capital, experiencia, y con la crisis no hay mercado que le compre. Los recientes planes del gobierno federal, como son: impulsar junto con las empresas una intensa campaña de consumo de productos nacionales, la mejora profunda en el marco regulatorio que disminuya los costos de la inversión y generación de empleo, así como fortalecer el empleo temporal, son medidas para proteger al sector social que pudieran resultar factibles, pero se pueden tardar en dar resultados. Es urgente que se ayude a estas personas que han sido despedidas y necesitan sobrevivir de alguna manera. Es tarea suprema del estado garantizar el bien común, y ello incluye atender al desempleado. El trabajo es un derecho y dignifica al hombre, forma parte de su esencia “somos lo que hacemos. ” Así mismo lo hace sentir útil y realizado para contribuir a la comunidad, mas allá de la simple supervivencia. En algunos países desarrollados existen subsidios temporales para los desempleados, para aquellos que han sido despedidos y que aunque buscan, el mercado no les puede ofrecer un empleo. Les permite sobrevivir a ellos y su familia evitando problemas sociales. Aquí no tenemos esa clase de rescate, solo hay de bancos, de aerolíneas, de empresas azucareras, pero a los desempleados no. El principio de subsidiariedad es muy claro: El estado debe hacer por el individuo lo que este no puede hacer por si mismo. El subsidio no debe ser paternalista, si se hiciera una ley y un procedimiento para otorgarlo, deberían ser cuidadosamente estudiados, para no cometer el error de sostener a alguien que en realidad no quiere trabajar, pudiendo hacerlo. Se pudiera crear un fondo de seguridad social para el desempleado, en esfuerzo conjunto del gobierno y la empresa que despide y que en un futuro recontrataría, evitándose el gasto de capacitar a otro empleado. A veces juzgamos a la gente que vemos pidiendo en la calle, sin saber que quizás esa persona paso el día buscando trabajo. La ignorancia que impide estar calificado para un puesto y la falta de crecimiento en la economía que nos esta tocando, solo empeoran el desempleo. Seamos solidarios con los desempleados. jesus50@hotmail.com
Por el camino a casa Juan se sentía confundido y desconcertado respecto a su futuro, el sentimiento era una mezcla de rabia, angustia, incertidumbre. Sentía que se le había caído el mundo encima, era como si hubiera perdido un ser querido, con el que había convivido tanto tiempo. Llego casi llorando a su pequeña casa, que aunque modesta era acogedora. Ahí lo recibió su esposa. -Que te pasa? -Ella lo noto de inmediato, aunque Juan no le quería dar la noticia, porque no se atrevía. Después, con el transcurso de los días llego la desesperación, esa mala compañera, como una visita no deseada que se sabe que vendrá. Se sentía inútil, con la autoestima por los suelos, el suicidio paso por su mente. Juan tenia demasiado tiempo de ocio y se refugio en el alcohol, bajo sus efectos llego al extremo de robar para darle de comer a sus tres hijos. Juan, que era un excelente trabajador, fue despedido, por la recesión en la industria automotriz. Esta historia pudo haber ocurrido hace poco en algún lugar de Saltillo en donde tenemos 25,000 desempleados en lo que va del año y se espera que la cifra pudiera llegar hasta 30, 000 a fin de año. La realidad es que el desempleo, como la pobreza, no son cuestión de cifras, se trata de seres humanos con rostros y problemas reales. Las medidas que se han tomado por el gobierno del estado y municipal, si es que hay, resultan desconocidas. Los micro-créditos que promueve el gobierno federal todavía no se han podido aterrizar hacia la sociedad y los pocos que hay son a tasas poco atractivas, por cantidades que no alcanzan para arrancar un negocio y tampoco para sostener sus gastos de operación. Así que Juan difícilmente podría iniciar un negocio, porque no tiene capital, experiencia, y con la crisis no hay mercado que le compre. Los recientes planes del gobierno federal, como son: impulsar junto con las empresas una intensa campaña de consumo de productos nacionales, la mejora profunda en el marco regulatorio que disminuya los costos de la inversión y generación de empleo, así como fortalecer el empleo temporal, son medidas para proteger al sector social que pudieran resultar factibles, pero se pueden tardar en dar resultados. Es urgente que se ayude a estas personas que han sido despedidas y necesitan sobrevivir de alguna manera. Es tarea suprema del estado garantizar el bien común, y ello incluye atender al desempleado. El trabajo es un derecho y dignifica al hombre, forma parte de su esencia “somos lo que hacemos. ” Así mismo lo hace sentir útil y realizado para contribuir a la comunidad, mas allá de la simple supervivencia. En algunos países desarrollados existen subsidios temporales para los desempleados, para aquellos que han sido despedidos y que aunque buscan, el mercado no les puede ofrecer un empleo. Les permite sobrevivir a ellos y su familia evitando problemas sociales. Aquí no tenemos esa clase de rescate, solo hay de bancos, de aerolíneas, de empresas azucareras, pero a los desempleados no. El principio de subsidiariedad es muy claro: El estado debe hacer por el individuo lo que este no puede hacer por si mismo. El subsidio no debe ser paternalista, si se hiciera una ley y un procedimiento para otorgarlo, deberían ser cuidadosamente estudiados, para no cometer el error de sostener a alguien que en realidad no quiere trabajar, pudiendo hacerlo. Se pudiera crear un fondo de seguridad social para el desempleado, en esfuerzo conjunto del gobierno y la empresa que despide y que en un futuro recontrataría, evitándose el gasto de capacitar a otro empleado. A veces juzgamos a la gente que vemos pidiendo en la calle, sin saber que quizás esa persona paso el día buscando trabajo. La ignorancia que impide estar calificado para un puesto y la falta de crecimiento en la economía que nos esta tocando, solo empeoran el desempleo. Seamos solidarios con los desempleados. jesus50@hotmail.com
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